7 de diciembre de 2013

Van Gogh más allá de los girasoles.


Al escuchar el nombre de Vincent Van Gogh nuestra imaginación inmediatamente visualiza girasoles, cielos estrellados o alguno de sus muchos autorretratos…

Para aquellos que no conozcan mucho a este artista Vincent Willem van Gogh (1853-1890) fue un pintor holandés post-impresionista. Su trabajo es notable por su belleza áspera, sinceridad emocional y colores vivos. En 1885 pintó su primera gran obra Los comedores de patatas, en ese momento su paleta se componía de tonos sombríos de tierra. La luz de colores vivos por la que es conocido surgió en obras posteriores, cuando se trasladó al sur de Francia consiguiendo su plenitud durante su estancia en Arlés en 1888. La calidad de su obra sólo fue reconocida después de su muerte considerándose uno de los grandes maestros de la pintura.

De un pintor tan conocido como él con más de 900 obras a lo largo de su vida he descubierto varias pinturas del artista que personalmente me dejaron sorprendida y que desconocía totalmente, hoy quiero hacer mi pequeño homenaje a este gran artista holandés y compartir con vosotros algunas de esas obras.

La primera de ellas es Cráneo con cigarrillo encendido de 1885. El dibujo preciso de la estructura ósea del esqueleto no le impide expresar su estilo y su técnica personal a través de la aplicación de la pintura en las pinceladas sueltas y marcadas. Es como si consiguiera infundir vida a la calavera mediante animados toques de un color dorado.  Realizó esta obra mientras residía en Amberes y esta pintura se caracteriza por sus tonalidades mas sombrias y colores tierra . Se había desplazado allí para poder dibujar y pintar modelos del natural en la Academia de Bellas Artes. Quizá sea ésta una de las imágenes más cómicas pintadas por Vincent. El esqueleto sujeta un cigarrillo encendido entre los dientes, burlándose de los esqueletos presentes en las academias de dibujo para tomar lecciones de anatomía.





Otra de ellas es Floreciente rama de almendro en un vaso con un libro. De su etapa en Arles, esta pertenece al año 1888 esta obra muestra una gran maestría a la hora de tratar la luz y el color, creando un atmosfera llena de vitalidad. Llama la atención del espectador con la transparencia y luminosidad que aporta el vaso de agua y el color pastel de las florecillas y el libro en segundo plano.


Y para terminar una pintura a la que le tengo especial cariño y que he tenido el placer de ver personalmente en el Museo Thyssen, Barcazas de carbón, también llamada Los descargadores de Arles.



En esta escena se reflejan los deseos del pintor por recoger las luces del atardecer pintando las últimas luces del sol y las tonalidades anaranjadas que se crean. Las figuras del primer plano obtienen así unos colores tremendamente oscuros creando así el efecto de contraluz, de la misma manera que ocurre con la silueta de la ciudad al fondo. Los reflejos anaranjados y amarillentos en el agua indican la maestría del holandés, haciendo gala una vez más de esos trazos rápidos pero certeros que le caracterizan con los que organizan la composición y crea los diferentes elementos sin apenas utilizar el dibujo. Pertenece al igual que la anterior a su estancia en Arles (al sur de Francia), esta etapa en la vida de Van Gogh se caracteriza por la luz en sus composiciones.

Con estas tres obras hago un pequeñísimo resumen de mis obras preferidas de Van Gogh. ¡Espero que os haya gustado! 

Enlaces de interés:


Los descargadores en Arles, Colección Thyssen-Bornemisza


¡Nos vemos en el siguiente post! Que tengan un buen día...







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